¿En que momento me quitaron a Venezuela?

La verdad no se cuando ni cómo ocurrió. Solo se que hoy, a casi un año de haber dejado mi patria siento que me la arrebataron. Hoy tomé un taxi desde el aeropuerto  La Guardia hasta el hotel donde me hospedo en el centro de Manhattan. El taxista, un hombre palestino, de unos 50 años, con un espeso bigote y un español perfecto como el de quien ha convivido con latinos por larga parte de su vida, me pregunta de dónde vengo. Inicialmente contesto que de Miami, pero de inmediato rectifico y con todo orgullo le digo que soy de Venezuela. Al decir esto, el hombre me vió a través del espejo retrovisor con un gesto de resignación y me dice en voz baja «Es fuerte, al igual que usted yo sé lo que es no tener país». Nunca unas palabras calaron tan hondo en mi, nunca una conversación banal cobró significado de una manera tan contundente. Este hombre de inmediato supo lo que a mi me costó años entender.

Aun recuerdo como comenzó todo, recuerdo los fuegos artificiales que anunciaban y festejaban el triunfo del hombre que había llegado para cambiar al país, ni en mi peor pesadilla imagine que este cambio sería tan catastrófico que acabaría con todo lo que había soñado para mi vida. Comenzaron a pasar los años y poco a poco me fueron cambiando todo, mi bandera pasó a tener una estrella más, el caballo del escudo cambió diametralmente su dirección, mi país pasó a tener un nombre reservado para gente que no era de mi bando, me cambiaron la hora, las fechas y los recuerdos.

Unas cosas fueron cambiadas y otras simplemente suprimidas, el canal de tv que por décadas nos brindó entretenimiento de pronto dejó de existir, eliminaron empresas, productos y tradiciones. Con tantos cambios era normal que tambien cambiara la gente, nos volvimos egoístas y arrogantes para luego pasar a ser violentos, esta violencia tambien comenzo a arrebatarnos a las personas que queriamos y finalmente terminamos siendo un pueblo triste y amargado.

Hace un año decidí salir de Venezuela, un país al que siempre sentí parte de mi, con el cual me identificaba plenamente y del cual siempre me sentí orgullosa.

Hoy como dijo el taxista, siento que ya no tengo país. Este completo extraño logró ponerle nombre a lo que llevo meses sintiendo, la nostalgia y melancolía de saber que ya nada de lo que ame existe, ya nada queda de ese país en el cual crecí y donde viví los mejores momentos. Hoy solo queda el dolor de haber perdido algo maravilloso y las ganas de recuperarlo o quizás construir algo mejor. Los países no se acaban, atraviesan etapas difíciles y se reconstruyen una y otra vez, hoy atravesamos la etapa más negra de nuestra historia y al igual que tantas otras sociedades lograremos salir de ella, fortalecidos y con un gran aprendizaje.

Duele saber que aunque regrese ya nada será lo mismo, mis amigos y familiares están esparcidos por todo el mundo, los lugares que frecuentaba lucen deteriorados y en muchos casos ya ni siquiera existen, mi comida y mis costumbres no son más que un bonito recuerdo, irónicamente mucho más faciles de encontrar en cualquier país del extranjero.

Hoy quisiera devolver el tiempo y evitar que todo esto pasara, quisiera dejar de sentir que perdí todo lo que amaba, quisiera recuperar el país amable y alegre donde reinaba la abundancia y el progreso, quisiera hacer volver a todos los que injustamente se han ido, retomar nuestras tradiciones y convicciones, traer de vuelta el país que nunca debimos dejarnos quitar y hoy debemos luchar por recuperar.

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